Juan Ortega le roba al tercero la justa bravura que traía
Antonio Ferrera, Morante de la Puebla y Juan Ortega en el cartel
Marco A. Hierro / Fotogalería: Ivi Martín
Antonio Ferrera, Morante de la Puebla y Juan Ortega -en sustitución de Cayetano- trenzaban este domingo el paseíllo en la segunda de la feria taurina de Alcalá de Henares. A las ocho y media arrancaba el paseíllo en un festejo en el que se lidiaban toros de Antonio Bañuelos. Tenía bella estampa y hechuras de embestir el primero de Bañuelos, al que le fue pegando lances Ferrera hasta el centro del ruedo. Justo en la fuerza, pero boyante en la calidad el toro, que recibió un trato exquisito del extremeño. En la media altura le fue pidiendo la arrancada primero, sin repetir, sólo afianzando su intención y su clase.
Exigió luego en el trazo, muy suave, delicado incluso, pero eterno en el dibujo, que parecía no acabar nunca. La faena rompió con la mano izquierda, con Ferrera roto y acompañando el toreo con todo el cuerpo y también con el alma. Roto también el tendido con una faena siempre a más en la intensidad. La lástima fue el pinchazo y la estocada desprendida, que dejaron en una oreja el toreo del extremeño.
El segundo, de bella estampa y fuelle justo, se fue para atrás por arrastrar los cuartos traseros. Y fue al intentar devolverlo cuando se vivió una situación dramática, al golpear la puerta de chiqueros y escupir hacia el ruedo a uno de los torileros, dejándolo entre las patas y a su merced en unos instantes eternos. Afortunadamente, el operario se levantó por su pie sin aparente lesión en las carnes. También de Bañuelos era el Sembrador que hizo sobrero, más basto en la apariencia, pero con noble expresión, dentro de su seriedad.
Le faltó ritmo, sin embargo, en el capote de Morante, que tuvo que desistir de estirarse a la verónica y sólo una media para dejarlo colocado en el penco fue el bagaje capotero. Por eso quiso dejar el quite a la verónica despacio, con el toro más templado y el pulso a mil. Sensacional. Pero más aún lo fue el inicio a dos manos, suave, pero con gobierno, con cintura y mando. Sublime al natural, cada vez más despacio, hasta terminar latiendo trazos al compás de tres octavos. Delicado en su ademán, firme y sin dudas en las muñecas, que parecían pararse por momentos. Excelso en todo menos en la estocada, que fue media tendida y dejó su premio en una oreja.
Las verónicas del saludo de Juan Ortega al bello tercero no sólo tuvieron buena cadencia y gran pulso, también tuvieron exposición, pata palante y quietud cuando el animal acortó los viajes y se volvió sobre las manos. Y para exposición, la de Andrés Revuelta en banderillas, con dos pares en la misma cara. Con la muleta hizo gala Juan Ortega de su proverbial serenidad para desenvolverse entre pitones. Le dio pausa al feble animal, le marcó el ritmo que necesitaba su toreo y fue aprovechando las medias arrancadas que le daba el de Bañuelos. Y fue a menos el animal, al que la falta de raza le impedía seguir acudiendo a la cita que proponía el sevillano. Pero siempre apostó por el toreo Juan, al que le viene dando igual cómo embista el toro, porque él va a interpretar de la única forma que le vale. A este sí lo reventó de un espadazo de premio. Oreja.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Alcalá de Henares, Madrid. Segunda de feria. Corrida de toros. Tres cuartos del aforo permitido.
Toros de Antonio Bañuelos, de gran clase y fondo el buen primero, aplaudido en el arrastre; de buen fondo y agradecido desempeño el buen segundo bis; muy feble y con la raza menos que justa el tercero;
Antonio Ferrera, oreja y
Morante de la Puebla, oreja y
Juan Ortega, oreja y
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